Facturamos a toda prisa las maletas y corrimos hacia nuestra puerta de embarque, locas por estar ya en el avión. Yendo hacia allí fue cuando le vi: su pelo rubio tapaba un poco sus preciosos ojos verdes, aunque se podía ver perfectamente cada rincón de su cara, cada rasgo. Su sonrisa, una de las mejores que había visto hasta el momento, y cada vez que sonreía, se formaban unos hoyuelos a ambos lados de su boca. Tenía uno de esos cuerpos que desea todo ser humano, era alto y musculoso, aunque no exageradamente. Su camiseta blanca de levis dejaba adivinar un tronco trabajado, al igual que sus piernas, con los musculos bien definidos debido a su gran afición: el surf. Cargada en la espalda, su tabla.
-Jo…der…-acerté a decir.
-¿Qué pasa?-dijo una de mis amigas buscando por todas partes el motivo de mi lapsus-¡Olééé!-exclamó cuando al fin le vió.
Como siempre digo, en esas situaciones es mejor actuar sin pensar, y así lo hice: me lancé hacia él, hice como que me tropezaba y caí al suelo.
-¡Ahh! ¡Me duele mucho el tobillo! –grité exagerando mi dolor.
-¡Lo siento mucho! ¿Puedo ayudarte en algo?-dijo preocupado agachandose y examinando mi pie.
-Pues… sí, la verdad es que sí. ¿Ves la enfermería que hay allí al final del pasillo?-pregunté señalando al fondo del pasillo-Podrías llevarme, porque como comprenderas, yo no puedo andar…
-Si… la veo, pero ¿Cómo quieres que te lleve?
-Obvio… ¡En brazos! Como los novios cuando se acaban de casar… ¡Por cierto!-añadí para cambiar de tema- Me llamo María.
-Vale, te llevaré… Pero mi vuelo sale en 40 minutos… Y yo me llamo Javier.
-Encantada Javi, y no te preocupes, mi vuelo también sale en 40 minutos… Nos da tiempo de ir a la enfermería y de que luego me invites a una cerveza-dije giñándole un ojo.
-Está bien, vamos allá…
Me cogió en sus brazos, lo que no le supuso un gran esfuerzo, y se encaminó hacía la enfermería. Les hice una señal a mis amigas como diciendo “Nos vemos” y ellas me contestaron simplemente levantando el pulgar o haciendo señales como “¡TE ODIO!”. Javi olía bien. Muchas veces, si no todas, lo que más me atrae de un chico es su olor. Y el suyo me gustaba mucho.
Cuando llegamos a la enfermería, ya nos había dado tiempo de hablar de muchas cosas. Él tambien iba a Roma. Iba a pasar el verano allí, en un apartamento alquilado. Le gustaban los idiomas y pensó que esa era una buena forma de aprender italiano. Parecía un chico muy agradable e inteligente. Le gustaba el surf casi tanto como a mi, y le habían recomendado ciertas costas en las que supuestamente habían buenas olas.
-Buenos días, ¿hay algun problema?-preguntó una joven enfermera al entrar.
-Si, bueno… hemos tenido un pequeño accidente y ella se ha hecho daño en el tobillo. Casi no puede andar y queríamos saber si era grave.
La mujer me hizo sentarme mientras examinaba mi tobillo con mucha delicadeza, masajeandolo ligeramente para aliviar el dolor.
-No parece nada grave… Es más, yo creo que puedes andar. Claro que habeis hecho bien en venir, porque podría haber sido grave. Id con más cuidado, ¿vale?
-¡Prometido!-exclamé mientras me levantaba del asiento.
Fuimos poco a poco hacia una cafetería que había cerca de nuestra puerta de embarque y continuamos hablando. En principio era tímido, pero con el paso del tiempo se iba soltando y contaba mas cosas. Cada vez que hablaba de lo que a él le gustaba, sus ojos brillaban como si fuera a llorar de la emoción con sólo pensar en ello, como cuando hablaba del surf.